Fontan camino de la meta
Henri Desgranges confesó alguna vez que le hubiera gustado que un solo corredor llegara a completar el Tour de Francia, un único superviviente en París. Y la verdad es que puso los medios para intentarlo, con un reglamento que bordeaba lo inhumano.
Una de sus reglas era que cada corredor debía reparar sus averías y que no podía cambiar su máquina o las piezas de esta si no se debía a un accidente en el que la bicicleta resultara irreparable. En muchas ocasiones supuso el abandono o pérdida de cualquier posibilidad de triunfo de decenas de ciclistas(¿quién no conoce los infortunios de Christophe?).
En 1929 Victor Fontan se había colocado líder en la 9ª etapa, aquella Bayonne-Luchon de 363 km que vio la victoria de Salvador Cardona y en la que Fontan fue segundo, pero en la 10ª, Luchon-Perpignan de 323 km, rompió su horquilla y penó durante 145 km a través de los Pirineos buscando otra bicicleta para poder acarrear la suya a la espalda para llegar a meta con su máquina original. Llegó a meta exhausto con varias horar perdidas y ya no tomó la salida en la siguiente etapa.
Más fortuna tuvo en 1921 Leon Scieur, cuando una caída al principio de la penúltima etapa le dejó inservible una rueda. Scieur era el líder y no se resignó a perder el Tour tan cerca del final. Cómo ningún juez de carrera había presenciado el accidente, el belga tras proveerse de otra rueda, cargó la averiada sobre su espalda para demostrar que no era aprovechable, y así cabalgó 300 km hasta meta. El eje de la rueda le hizo una herida que le dejó cicatriz de por vida. A Leon no le importaba mostrarla cuando se lo requerían... había ganado el Tour de Francia.
Scieur con sus tres ruedas