Hacia su victoria en el Puy-de-Dôme
Julio Jiménez ha sido, sin duda, uno de los mejores escaladores de la historia del ciclismo. Sin embargo diversas circunstancias han impedido que esté instalado en la memoria de este deporte entre los más grandes.
Llegó a ser líder en la Vuelta a tres días del final, pero sus pocas prestaciones contrarreloj (a pesar de ser conocido como "El relojero de Ávila"), le llevaron a solo ser quinto finalmente. También llegó a ser líder del Giro (portó el rosa 11 días), aunque fue 4º. Y en el Tour fue 2º, echando en falta que el equipo español le apoyara para tratar de desbancar a Pingeon. De hecho, no llegó a ganar ninguna carrera por etapas, algo dífícil de entender con su clase. Se impuso en 5 etapas en el Tour, 4 en el Giro y 3 en la Vuelta, además de conquistar 3 premios de la montaña, tanto en el Tour como en la Vuelta. El destino quiso que alguna de sus gestas pasaran desapercibidas, como cuando se impuso en la etapa del Puy-de-Dôme en 1964 mientras que todas las miradas estaban puestas en el codo a codo entre Anquetil y Poulidor, que rodaban tras Jiménez y Bahamontes. También pasó primero por la cima del Mont Ventoux el nefasto día en que en sus rampas perdía la vida Tom Simpson.
Julio ni siquiera llegó a destacar antes del profesionalismo, al que llegó a los 25 años, ya que progresó poco a poco, sin grandes victorias en las categorías inferiores. Su auge coincidió con el declive del errático Bahamontes y antes del surgimiento del dúo de lunáticos Ocaña-Fuente. Ni siquiera han trascendido mucho sus numerosas anécdotas por su carácter extrovertido, solapadas por las excentricidades, éxitos, fracasos y golpes de efecto que proporcionaron los tres citados.