En la Vuelta a España de 1987, la de la primera victoria
colombiano y el forúnculo de Kelly, hubo dos nombres que aparecían todos los
días en las crónicas de las etapas.
Henry Abadie entraba en todas las escapadas, solo o en
compañía, buscando algún triunfo de etapa. No lo consiguió a pesar de sus
incontables intentos. Sin embargo, a fuerza de encabezar la carrera durante
tantos kilómetros (entre 700 y 800 en fuga), conquistó el maillot de los
sprints especiales y fue tercero en el premio de la montaña, sin ser sprinter
ni escalador.
Más suerte tuvo su habitual compañero, Roberto Pagnin.
Siempre se encontraba con Abadie en sus intentos. Muchas veces cabalgaron ellos
dos en solitario. En la quinta etapa llevaron a buen puerto su aventura y
llegaron a meta con casi 3’ de ventaja. Pagnin, que era más rápido, ganó al
sprint y como premio adicional se enfundó el maillot de líder aún cuando fuera
efímeramente. Cerca del final de la Vuelta repitió victoria, cuando el resto de
sus compañeros de equipo ya había abandonado. Rápido y buen estratega consiguió
durante sus años de profesional bastantes triunfos parciales en carreras por
etapas (3 etapas en la Vuelta, una en el Giro, Tour de Suiza, Tirreno-Adriático…).
Sin embargo cuando se habla de él, al
menos en España, se le conoce más por “Gigi l’amoroso”, por sus affaires con
algunas azafatas durante el transcurso de la citada Vuelta 87.
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